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Hombres de negro (Parte 1)


En septiembre de 1976, el doctor Herbert Hopkins, médico e hipnotizador de 58 años de edad, trabajaba como consultor en un caso de teleportación en Maine (Estados Unidos). Una noche en que su esposa e hijos habían salido dejándole solo, sonó el teléfono y un hombre que se identificó a sí mismo como vicepresidente de la Organización de Investigaciones OVNI de Nueva Jersey solicitó entrevistarse con él para discutir el caso. El doctor Hopkins aceptó, pues en aquel momento le pareció lo más natural. Se dirigió a la puerta trasera a encender la luz para que el visitante pudiera encontrar el camino desde el parking, y vio al hombre que ya estaba subiendo los escalones de la entrada. "No vi ningún coche, pero aunque lo hubiera tenido era imposible que llegara a mi casa con tanta rapidez desde ningún teléfono", comentó más tarde asombrado.

Pero en aquel momento el doctor Hopkins no experimentó sorpresa alguna, y acogió al visitante. El hombre vestía traje negro, sombrero, zapatos y corbata negros, y camisa blanca. Pensé que su aspecto era de un empleado de una funeraria. Sus ropas eran impecables: el traje, sin arrugas, y la raya de los pantalones, perfecta. Al quitarse el sombrero vi que era completamente calvo, y que carecía de cejas y de pestañas. Su palidez era cadavérica, y sus labios eran de un rojo brillante.

En el transcurso de la conversación se frotó los labios con los guantes, de ante gris, y el doctor se sorprendió al comprobar que los llevaba pintados.


¿Visitante de otra dimensión?

Sin embargo, fue más tarde cuando el doctor Hopkins reflexionó sobre lo extraño del aspecto y de la conducta de su visitante. En aquel momento siguió la conversación con toda naturalidad, considerando que el episodio formaba parte de su actividad profesional. Cuando concluyó el relato, su visitante afirmó que el doctor tenía dos monedas en el bolsillo relacionadas con el caso. Le pidió al doctor que pusiera una de las monedas en su mano y él lo hizo así. El extraño dijo al doctor que mirara la moneda, no a él; mientras miraba la moneda pareció desenfocarse y luego se desvaneció gradualmente. "Ni usted ni nadie más en este planeta volverá a ver esta moneda otra vez", dijo el visitante.

Después de hablar un rato más de los tópicos acerca de los OVNIS, el doctor Hopkins advirtió que el visitante hablaba más despacio. El hombre se levantó tambaleándose y dijo muy despacio: "Mi energía se esta agotando, debo irme ahora, adiós." Se encaminó vacilante hacia la puerta y bajó los peldaños con inseguridad, de uno en uno. El doctor Hopkins vio una luz brillante en la carretera, una luz blanco-azulada y de brillo distinto a la de los faros de un coche. En aquel momento, sin embargo, supuso que se trataba del coche del extraño, aunque ni lo vio ni lo oyó.

Más tarde, cuando regresó la familia del doctor Hopkins, examinaron la carretera, encontrando señales que no podían pertenecer a un coche, pues estaban en el centro de la calzada. Al día siguiente, y aunque la carretera no se había utilizado, las marcas ya no estaban.

El doctor Hopkins quedó sumamente alarmado por la visita, sobre todo desde que empezó a plantearse lo extraordinario de la conducta de su visitante. De ahí que siguiera al pie de la letra las instrucciones de aquel hombre; borró las cintas de las sesiones hipnóticas que estaba realizando en relación al caso que le ocupaba, y aceptó abandonar el mismo.

Tanto en casa del doctor Hopkins como en la de su hijo mayor, siguieron ocurriendo incidentes curiosos. Hopkins supuso que tenían alguna relación con la extraña visita, pero nunca supo nada más de su visitante. En cuanto a la Organización de Investigaciones OVNI de Nueva Jersey, tal institución no existía.

La narración del doctor Hopkins es probablemente la más detallada de la visita de un HDN (hombre de negro), y nos enfrenta con el aspecto más fantástico del problema. En primer lugar, debemos preguntarnos si un doctor respetado y competente inventaría una historia tan extraña; y si así fuera: ¿por qué motivo? Por otra parte, ¿podría haber sido todo una ilusión, a pesar de las huellas que observaron otros miembros de su familia? ¿Es posible que la verdad se encuentre entre la realidad y la imaginación? Es decir: ¿podría tratarse de un impostor que visitó al doctor por alguna oscura razón, y que actuó para desencadenar en él, con alguna finalidad, la invención de sucesos misteriosos?



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